20151010. Urabá, locus horribilis*, o el legado del sabio Caldas como padre de la fito-geografía colombiana

*Locus horribilis (Lat.): espacios inhóspitos

 

“Cada región, cada temperatura, cada capa de aire, cada pulgada del barómetro presenta diferente vegetación”

“La geografía es la base fundamental para cualquier especulación política”

Francisco José de Caldas

 
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La región de Urabá hasta hace menos de una década fue considerada como un espacio geográfico aislado, violento e inhóspito, debido a su clima y su vegetación “salvajes”. Esta noción tiene un componente, obviamente, real pero sobre todo uno imaginario, resultante del legado histórico de la visión que se ha tenido de los territorios marginales e “inferiores” del país desde el centralismo colonial en la Nueva Granada.

 

Esta visión “salvaje” de las “tierras inferiores” o bajas es palpable desde las publicaciones de la Real Expedición Botánica al Nuevo Reino Granada, entre las que sobresalen los aportes de Francisco José de Caldas (1768-1816) (Martínez-Pinzón 2011). Esta práctica escritural fue palpable en la génesis del proyecto republicano criollo, manifiesto en un personaje tan clave como Caldas (Martínez-Pinzón 2011). En la búsqueda del reconocimiento europeo como parte de una nueva civilización o élite neogranadina, Caldas identifica espacios geográficos con identidades hispánicas y no hispánicas, o dicho de otra forma, no hispanizables, y de allí surge la noción de locus horribilis (Martínez-Pinzón 2011). De esta forma, se produjo una fragmentación irreconciliable en la geografía nacional fundamentada en las gentes y los climas.

 

Las citadas nociones aparecen en las dos principales obras de Caldas: “Estado de la geografía en el Virreinato de Santafé” (1807) y “Del influjo del clima sobre los seres organizados” (1808) (Semanario del Nuevo Reino de Granada). Éstas surgen como producto del viaje que el naturalista payanés realiza durante 1802 a Quito junto con el explorador prusiano Alexander von Humboldt y su ayudante Aimé Bonpland, por comisión de Mutis en el marco de la Expedición Botánica. Sin embargo, como producto inmediato de dicho viaje entre Santafé y Quito, Caldas escribe en 1803 la “Memoria sobre la nivelación de las plantas que se cultivan en la vecindad del Ecuador”, obra que se publicó póstumamente en 1896 en los Anales de Ingeniería y luego en 1897 en la Revista de Instrucción Pública.

 

Para la descripción de lo que él llamó “una ciencia sin nombre, nivelación de las plantas”, Caldas registró la presión barométrica usando un barómetro de mercurio. Usó como elevación de referencia la línea por encima de la cual se cultiva el trigo (22 líneas del barómetro o 1112 toesas). Según él, se embarcó en esta descripción debido a la preocupación de los campesinos locales sobre si se podía cultivar el trigo por debajo de esa línea inferior hasta el nivel del mar como se hacia en Europa. Mencionó que “por debajo de ese límite aparece el moho, sarro o polvillo” y enfatizó, por un lado, en lo privilegiados que son los países que tienen el trigo y, por el otro, cómo lo sometemos a las enfermedades y cómo estamos condenados a la miseria sin este “alimento principal”. Sin embargo, como hechos fundamentales dentro de la “ciencia de la nivelación”, Caldas mencionó:

“..donde empieza a prosperar el trigo acaba el plátano…”

“…la papa es el don más precioso que ha hecho América al antiguo continente porque se cultiva a las más grandes elevaciones del globo…”

“…la yuca, fiel compañera del plátano, le sigue a todas partes…”

“El maíz es el grano más importante del Nuevo Mundo, y sin contradicción, más útil que el trigo y la cebada; es la vegetación que tiene límites más extremos. No teme el frío como el plátano y la caña de azúcar y ni el calor como la papa”

Con base en esto hechos, Caldas establece leyes de distribución vertical de las plantas útiles aunque reconoce que se requieren mas hechos y expediciones. Para él fue tan lógico su descubrimiento (la nivelación de las plantas) que no le presta mayor atención por lo que lo orienta hacia las plantas útiles y no a la vegetación natural (Díaz-Piedrahita 2000). Retoma la investigación cuando observa que Humboldt viene recolectando observaciones sobre dicho tema en Europa, así Caldas lo reporta para el mapa del cerro Imbabura (Díaz-Piedrahita 2000). Caldas no se siente disminuido al ver publicada la obra de Humboldt y, por contrario, la traduce y le dedica un prólogo analítico y altamente elogioso y la difunde en su Semanario, como lo describe Díaz-Piedrahita (2000) al analizar su correspondencia. Este autor también describe que:

“la consecuencia de estos trabajos debía ser una carta botánica del Reino, con los perfiles de las cordilleras y las indicaciones de las alturas a las cuales nace cada especie, y del clima óptimo en el cual prosperan. Tal obra jamás se terminó, y la necesidad de concluirla fue usada por Caldas como argumento a su favor en un intento de cambiar la sentencia de muerte por otro tipo de pena, o por dilatar el cumplimiento de la misma”

 

La “Memoria sobre la nivelación de las plantas” permite entender la distribución vertical de la flora en las montañas colombianas, pero cómo ello llega a traducirse en una noción de las “tierras inferiores” o selvas como «locus horribilis»? En la misma “Memoria”, Caldas, al usar el trigo como planta de referencia emplea una noción de civilización y, con ello, introduce la dicotomía entre lo deseable e indeseable, lo foráneo (bueno) y lo nativo (¿malo o malsano?). Martínez-Pinzón (2011) es quien acuña el término «locus horribilis» después de revisar las dos principales obras de Caldas. Menciona que para los españoles y, posteriormente, para la nobleza criolla, la selva es la pesadilla máxima, irremediablemente fuera del imperio civilizador, debido al clima. Este imperio se limita a las tierras altas o a las tierras bajas habitables:

“es aquel donde el criollo puede volver a ser europeo a cabalidad, despojándose de la mancha de la tierra… De acuerdo con Caldas, la altura en la zona tórrida determina el lugar de la civilización, al cual se oponen, como espectros que amenazan con invadirlo, las tierras bajas, habitadas por salvajes. Caldas adelanta la sustitución del tutelaje español con la construcción ideológica de una Europa andina o de un territorio americano que pertenece a la historia de Europa”

 

Por otro lado, Martínez-Pinzón (2011) describe cómo Caldas considera que el calor induce en la vegetación una condición nociva para los seres humanos que impide la civilización:

“En efecto, al encontrarse impresionado por la exuberancia de la vegetación andina, y viendo en apariencia vegetaciones selváticas subir por las cumbres andinas, Caldas comenta afanado: “las plantas se han esparcido sobre la superficie de los Andes sin designio, y que la confusión y el desorden reinan por todas partes”, para luego, “desconfiando de las apariencias”, preguntarse: “[e]n qué punto dejan de existir las [plantas selváticas] unas para ceder el lugar a las otras”. Luego de un largo párrafo en donde abundan las minuciosas medidas de altura, Caldas concluye aliviado que “cada región, cada temperatura, cada capa de aire, cada pulgada del barómetro presenta diferente vegetación”, con lo cual hace la operación de trocar latitud por altitud en la zona andina, creando un mapa donde se llega a Europa subiendo los Andes y se los baja para descender a África, al mismo tiempo que se viaja en el tiempo.”
“Es el exceso de calor lo que hace de estos espacios unos lugares corruptos, de la misma manera que el exceso de atenciones corrompe a los animales domesticados y a las plantas de los jardines. Así, todo hombre que domestique animales o tenga jardines es un agente selvático, un hombre corruptor que incita la lujuria en las plantas y los animales que han perdido, al ser domesticados, “el plan sabio de la naturaleza”. La contradicción se hace aún más evidente si se tiene en cuenta que Caldas fue un recolector de muestras para la Expedición Botánica de Mutis. Caldas escribe: “el hombre no solo ha corrompido al hombre, sino a todos los seres que le rodean, a los animales y a las plantas mismas”. Olvidándose de esas gentes que él reconocía vivían en la selva, Caldas aconseja el exterminio de la selva, en términos nada ambivalentes: “que se corten estos árboles enormes, […]: entonces, como por encanto, todo varía. Las lluvias, el trueno, las tempestades disminuyen, las fiebres, los insectos y los males huyen de estos lugares, y un país inhabitable se convierte en otro sereno y feliz”.”
“Todos [los animales] están circunscritos, todos tienen límites que no pueden pasar”
 
Por ello, para Caldas es imposible una “jardinización” de la selva por medio de un proyecto criollo, va en contra de la organización natural del espacio geográfico, pero tal imposibilidad llevará a querer su exterminio (Martínez-Pinzón 2011).
 
Si bien es clara la noción de las tierras bajas como «locus horribilis» en la visión de Caldas, ¿qué evidencias hay de esta concepción en la región de Urabá en la historia de su proceso de poblamiento y desarrollo socio-económico actual?

Aunque los poblados más antiguos de Colombia y Suramérica fueron fundados en la región de Urabá muy temprano durante la conquista después de que Alonso de Ojeda la “descubriera” en 1509 (Santa María La Antigua del Darién y San Sebastián de Urabá: 1510), fueron arrasados por la oposición indígena y de la selva, lo cual disuadió un proyecto conquistador-colonizador de dicha región, prosiguiendo la campaña hacia el interior del país, también motivada por la búsqueda del oro. El fracaso de la campaña de Urabá llevó a Ojeda a la renuncia de su cargo como gobernador.

En 1964, Sigifredo Espinal, en su Geografía de Antioquia, describe a la region de Urabá como caliente, plana, selvática y alejada de Medellín (Mutatá a 238 km y Turbo a 352km). Según el criterio de zonas de vida que él utiliza como legado de su mentor Leslie Holdrige, la región corresponde a tres categorías: bosque húmedo y muy húmedo tropical (principalmente en las planicies y la serranía de Abibe), y bosque pluvial tropical (en las estribaciones de la serranía del Darién y la cuenca del río Atrato). A mediados del siglo 20, cuando Espinal escribe su geografía, aun existía la noción selvática de dichas tierras urabaenses, a pesar de que el proyecto bananero y la reforma agraria del INCORA ya estaban promoviendo la domesticación o “jardinización” de la misma. Sin embargo, dicha “jardinización” es un proyecto post-independentista, lo cual da cuenta de lo difícil que fue la gestación y consolidación del modelo de desarrollo agropecuario, principalmente ganadero y bananero, en la región de Urabá, que prima hasta hoy.

 

El municipio de Turbo se fundó tan solo en 1840, lo que significa que es un asentamiento post-colonial. Le siguió Chigorodó (1878) y, ya en el siglo 20, Mutatá (1944) y Apartadó (1949). Este proceso de “ocupación” de la región de Urabá fue muy posterior a la fundación de muchos pueblos de Antioquia a lo largo del recorrido de la conquista y colonia (1541-1700):

Frontino (1541), Antioquia (1541), Caramanta (1557), Remedios (1560), Cáceres (1576), Zaragoza (1581), Buriticá (1614), San Jerónimo (1616), Sopetrán (1616), Copacabana (1615), Medellín (1616), Girardota (1620), Yolombó (1660), Rionegro (1663), Envigado (1676) y Bello (1676).

 

Indudablemente el clima, básicamente el calor, las altas precipitaciones, las tierras inundables y las enfermedades tropicales se opusieron a los proyectos conquistadores español y europeos, dado que la zona también fue asediada por ingleses y escoceses, hasta 1800. Algunos mapas y cartas náuticas de dicho periodo mencionan que las tierras planas, del hoy municipio de Turbo, eran aptas para el cultivo del banano. Pero ese proyecto tardaría en cristalizarse.

 

Para inicios de los años sesentas, según Espinal (1964) durante su trabajo de pregrado en agronomía, muchos bosques húmedos de la región de Urabá ya habían sido limpiados y transformados en cultivos extensivos, mientras que algunos bosques habían sido manejados como plantaciones. Solamente los bosques muy húmedos tropicales en las estribaciones de la serranía de Abibe (Chigorodó) y los valles de los ríos León, Riosucio y Atrato permanecían casi intáctos debido a su alta precipitación (Villa Arteaga: precipitación: 5513 mm anuales; temperatura promedio: 25ºC). Por lo tanto, no eran aptos para los cultivos anuales y habían sido explotados para madera principalmente el bosque de Catival (cativo: Prioria capoifera). Finalmente, describe cómo el bosque pluvial (24ºC y >8000mm de precipitación anual) en la cuenca del río Atrato, tiene pocos habitantes y pocos cultivos.

 

El proyecto bananero inicia en los años 30s después del fracaso de proyectos de explotación del bosque para madera y marfil vegetal, y de la ganadería criolla. Esta historia moderna sería un buen tema para otro blog, por lo cual no se profundizará más aquí. Sin embargo, es claro que el modelo de desarrollo económico de la región de Urabá en el siglo 20 fue próspero gracias a que reconoció “el influjo del clima” sobre las plantas útiles y sabiamente no se empeñó en el cultivo del trigo u otro cereal europeo. Pero ¿Por qué el modelo no se fundamentó en el maíz, tal alabado por el Sabio Caldas? No lo sé. Lo que es claro es que el plátano (y por ende el banano) era la vegetación útil propicia para esta región, en concordancia con las observaciones de Caldas, hechas un siglo antes en la región del Madgalena. Tristemente, este modelo de desarrollo sí convirtió el “locus horribilis” en un jardín, consistente con la visión criolla de un mundo civilizado europeo. Tal vez sea el momento para re-pensarlo dentro del modelo de desarrollo basado en la educación y el conocimiento. Un nuevo modelo de desarrollo basado en el conocimiento del influjo del clima sobre la selva.

 

Caldas ha trascendido a la historia nacional como sabio debido a sus conocimientos en matemáticas, astronomía, física (hipsometría) e historia natural (botánica), y en honor a él fue nombrado el Departamento Administrativo de Ciencia y Tecnología de Colombia (COLCIENCIAS) y la Universidad Distrital de Bogotá. Sin embargo, la historia ha sido injusta en reconocerlo como fito-grafo o, más aun, como bio-geógrafo al mismo nivel que se ha hecho con el naturalista prusiano Alexander von Humboldt (con quien era coetáneo, con capacidades intelectuales e intereses científicos similares, Díaz-Piedrahita 2000). Sin embargo, es importante reconocer que Francisco José de Caldas es el primer fito-geógrafo colombiano (Díaz-Piedrahita 1992) y, tal vez, digo tal vez, el primer ecólogo colombiano al considerar el “influjo” del clima sobre la biota natural y foránea.

 

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